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Érase una vez... el Adviento.

Estamos ya en el segundo Domingo de Adviento, la mitad de nuestro camino hacia la Navidad. Aquí en España comienza nuestro puente de la Inmaculada, que para la mayoría es sinónimo de adornar la casa y llenar de luces los barrios. En muchas casas cada domingo se enciende una vela, significando la espera que en cada semana tiene un color y una esencia diferente.

En la primera entrada del blog os conté el significado de la corona de Adviento, con su forma redonda, sin principio ni fin, su color verde, esperanza de la venida, y sus cuatro velas, cada una de un color reflejando la luz, la Alegría, la espera y la plenitud.

Durante este tiempo, mientras vamos encendiendo las velas y adornamos la casa, y esperamos el nacimiento de un niño, os invito a adentraros en la magia de los cuentos de Adviento. Existe una gran tradición a nivel mundial de transmisión, de enseñanza para los niños y de entretenimiento para los adultos a través de los cuentos, especialmente en este tiempo.


¿Qué esperamos? ¿Qué sucede en este tiempo de espera? Tenemos dos personajes principales que esperan un hijo, que nace en Belén y van pastores y magos a llevarle regalos. ¿Pero qué sucede antes? ¿Qué pasaría por la cabeza de José y María mientras buscan posada? Cuando somos niños solemos hacer mil preguntas, sobre todo respecto a esta fiesta que llena la casa y la ciudad de luces y colores. Es un buen momento para volver a ser como niños, ilusionados, esperando, preguntando, viviendo este tiempo en familia, rescatando y reinventado tradiciones. Sois tantas familias con niños en casa, que seguramente os pregunten o estén deseando pasar tiempo con sus padres. En honor a todos vosotros hoy os traigo un cuento que habla de esto, de la luz y el color, de la gente que vivía mientras José y María se dirigían a Belén. Gente como tú y como yo que vivimos muchas veces esperando que pase algo.


Milagro de la Fuente


Erase una vez… en un pqueño pueblo cerca de Belén, donde las gentes vivían de forma sencilla, trabajando para sacar adelante a sus familias, algunos esperando la venida de un Mesías prometido, ya olvidado por otros. En aquellos días una pareja viajaba camino de Belén, la mujer estaba en cinta, ya en los últimos días, llevaban un burrito y el hombre los cuidaba y guiaba. Sus nombres son María y José, y su historia es bastante conocida, la dejaremos para otro momento.


Ahora volvamos a este queño pueblo, donde parte de la costumbre diaria era ir a sacar agua a la fuente. En estos tiempos no existía el agua corriente, no llegaba a las casas, y había que ir a los pozos a buscarla, para cocinar y beber.

Las mujeres tomaban sucántaro de barro y llegaban a la fuente de agua. Era un lugar de encuentro para ellas, se conocían entre todas y hablaban, comentaban las novedades y se ayudaban en lo que podían.


Una tarde, como todos los días, iban saliendo las mujeres de las casas para buscar el agua para la cena y las ultimas tareas del día. Pero una de ellas, llamada Ruth, tras tomar su cántaro y salir de casa, fue deslumbrada para una luz intensa procedente de una estrella. Su resplandor eclipsaba cualquier otra estrella, incluso a la luna, que parecían completamente pálidas. Ruth estaba maravillada y no podía dejar de contemplar esa luz potente, llena de destellos. Tal era la belleza de esa estrella que Ruth perdió la noción del tiempo y permaneció quieta contemplándola, olvidando para que había salido de casa, sin sentir el frio, pensando que podría significar aquello, que mensaje anunciaba ese astro tan luminoso. Un fuerte viento la saco del sueño, y recuperando la consciencia tomo su cántaro, y se dirigió rápidamente hacia la fuente. Al llegar no había nadie, todas sus amigas y vecinas habían vuelto a sus casas y estaba sola rodeada de viento. Ruth colgó ágilmente su cántaro a la cadena y se dirigía a bajarlo rápidamente, pero algo la detuvo. La estrella se reflejaba en el fondo del pozo y el agua brillaba como si fuese de oro.


“¡Que luminoso resplandor, si por lo menos la abuela lo pudiese ver!”, murmuro la muchacha mientras pensaba en la abuela sentada en el sillón, con las piernas debilitadas por la edad que casi no la podían sostener.


Ruth fue deslizando el cántaro lentamente para no enturbiar el agua, y cuando lo volvió a subir, la muchacha se sorprendió al descubrir que el agua del cántaro brillaba tanto como el oro, al igual que la del pozo. Entonces mojo la punta de su dedo y la probó, pero el agua tenia el mismo gusto que de costumbre. Ruth levanto su cántaro y volvió rápidamente a casa, llena de alegría.



“¡Abuela, mira lo que te traigo!” Grito la muchacha nada mas abrir la puerta, y le hizo contemplar el agua que relucía como oro puro.


“!Mira! Ha guardado el destello de la estrella para que tú la pudieses ver”.


La anciana miró el agua pensativamente y dijo: “¿Cuál será esta luz que comienza a brillar sobre el mundo y que al agua pura le gusta conservar su destello?” Después volviéndose hacia Ruth añadió: “he aquí que yo veo el reflejo de tus ojos. Guárdalo como lo más precioso”.


La noticia del agua de oro se extendió rápidamente y todos venían a sacar de ella. Sacaban cantidades, pero el agua de oro no se agotaba. Guardó su resplandor hasta… ¿hasta cuándo creéis?

Hasta el día en que el niño Jesús nació en belén. Desde entonces él empezó a iluminar el mundo con su luz.


Y colorín colorado… ¡hasta el próximo blog!


Marta López

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