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Las flores a través del arte (de la Prehistoria a la Edad Moderna)

"¿Cuál es la diferencia entre «creador» y «artífice»? El que crea da el ser mismo, saca alguna cosa de la nada —ex nihilo sui et subiecti, se dice en latín— y esto, en sentido estricto, es el modo de proceder exclusivo del Omnipotente. El artífice, por el contrario, utiliza algo ya existente, dándole forma y significado. Este modo de actuar es propio del hombre en cuanto imagen de Dios. "


Carta a los artistas (4 de Abril de 1999)

San Juan Pablo II


A la luz de estas palabras, me gustaría invitaros a entrar en el proceso creativo del artista, y a descubrir cómo la naturaleza existente, nos ha acompañado como una fuente inagotable de inspiración.

Desde antiguo los artistas observan, todo empieza observando lo que nos rodea, los detalles, las formas, los colores y cómo todo va cambiando y evolucionando como parte del proceso vital.


Las primeras manifestaciones artísticas, remontándonos a la prehistoria, llenan las paredes de fauna y símbolos, que nos narran la experiencia vital de la caza para estos grupos. En este momento no eran de gran importancia las flores y escasea su representación, en favor de los famosos bisontes y cuadrúpedos acompañados de manos y figuras femeninas. Si avanzamos un poco más, aparece la escritura y más adelante el papel. Es entonces cuando las plantas cobran una gran importancia y las paredes de las pirámides y los palacios egipcios se llenan de papiros y su flor mística, la amapola y el loto. Dada la geografía de Egipto, que se extiende al rededor del Nilo, la fuente de la vida, el agua y las plantas, se convierten en esenciales para vivir.



A causa de estos parámetros, las flores empiezan a tener un gran protagonismo, son necesarias para esta sociedad llena de jeroglíficos, sin olvidar toda la cultura de muerte que les rodea, y los lleva a crear libros para acompañar al difunto en su viaje, que tiene que ofrecer en muchas ocasiones papiros y lotos. Las propias construcciones arquitectónicas reflejan las formas de sus flores más importantes en los capiteles y esculpidas en los muros, y sus frescos son una oda a la recolección del papiro y toda la vegetación que crece a orillas de su indispensable Nilo.


Siguiendo la estela de la cultura oriental, alcanzamos la culminación de la belleza, con la mayor integración de naturaleza y arquitectura en el 600 a.C., cuando el Rey Nabucodonosor II levanta una de las siete maravillas del mundo, por amor a su esposa Amytis, creando los famosos Jardines colgantes de Babilonia, que actualmente son solo un recuerdo.


Con la llegada de griegos y romanos, se elevan las flores a un ámbito simbólico, donde ganan un especial protagonismo los frutos, que unidos a la mitología, aparecen representados en sus esculturas, cerámicas y frescos.



Las historias de los dioses se mezclan con relatos que narran la aparición de las flores, como la rosa blanca surgiendo del seno de Afrodita, buscando crear algo tan hermoso como ella, mientras nacía de la espuma del mar, llevándola por siempre como adorno. Surge la flor de Loto como una diosa hundida en aquel lugar reservado para el fracaso, que tras años de lucha consigue salir hermosa como una flor, y será para los griegos la flor del triunfo. Por último, tenemos a Narciso, tan enamorado de sí mismo, engañado por la despechada Eco, ahogado en las aguas anhelando su propia imagen, en cuyo lugar surge una flor en su memoria. Podríamos narrar mil historias como estas, y paseando por los museos habría cuadros inspirados contándolas, y entenderíamos el papel esencial de la flor en esta época.


También en su arquitectura se inspiran en las formas de las plantas y las flores, apreciable en las hojas de acanto de sus capiteles corintios. Encontramos en los frisos de los templos las flores de loto, lis y rosáceas, esculpidas a modo de relieve.


En la pintura griega brillo el artista Pausias, el gran pintor de flores y guirnaldas llenas de rosas que siguen siendo una inspiración a día de hoy.


Por último, vamos a destacar su gran papel en la botánica, ya que fue el griego Teofastro quien en el Siglo IV a.C. escribió el primer tratado sobre las diferentes especies de plantas, titulado «La historia de las plantas», donde se recogen las técnicas y conocimientos hortícolas de los griegos de la época.


Los romanos van a hacer propia toda esta habilidad y la van a mejorar, por ejemplo, en sus coronas de flores y hojas, símbolo de Triunfo y Honor, creando técnicas más complejas que los griegos. En esta sociedad ansiosa por la conquista, el laurel será el protagonista, y los emperadores y patricios, queriendo reflejar toda esta gloria, van a demandar ostentosas coronas de laurel, cada vez más recargadas, ornamentos extravagantes, que culminaran con la aparición de las primeras floristerías. Precisamente buscando la ostentación, brilla un emperador Romano, Heliogábalo, de la dinastía Severa, que durante una de sus fastuosas fiestas mandó arrojar desde el techo una gran cantidad de pétalos de rosas sobre sus invitados. Los pétalos fueron cayendo creando montañas que empezaban a acumularse, e impedían respirar a algunos de sus invitados, el emperador seguía bebiendo contemplando el espectáculo, impasible a la asfixia de varios de ellos.


Con esta historia ponemos fin a estas escandalosas y mágicas culturas y damos paso a los siglos siguientes. Llega el cristianismo y se convierte en protagonista de las épocas Medievales y Modernas. Aparecen las flores con el fin de reforzar con su simbología ideas y principios morales. Veremos cuadros y frescos que narran escenas bíblicas, La Virgen María con algún lirio, símbolo de pureza, o rosas, símbolo de la castidad.


En el auge del Renacimiento, el Arte Botánico vivió una explosión, fruto del rigor científico y la sensibilidad hacia la naturaleza y la creación, de maestros cómo Leonardo Da Vinci (1452 – 1519) y Albretch Dürer (1471 – 1528). Sus dibujos y grabados constituyen las primeras representaciones botánicas modernas.


Podríamos escribir millones de páginas sobre Leonardo, pero en mi opinión, la palabra que recoge la esencia de su trabajo es la observación, de la naturaleza especialmente, y buscando entender estos procesos divinos, se elevó su genialidad al estado actual.

Los delicados dibujos de Durero son otra gran aportación al estudio del natural, que proyecta en sus pinturas de forma equilibrada entre la figura humana y la simbología bíblica.


Desplazándonos hacia los países nórdicos se apaga la belleza de las flores frescas para dar paso a naturalezas muertas y flores marchitas como símbolo del desgaste vital y la fugacidad de la vida, acompañadas de relojes parados y calaveras. Por momentos algún cuadro se llena de flores en el auge de su belleza como emblema de poder y honor, simbolizando la vida eterna.


Además de la parte simbólica, en este momento se le da a lo natural un gran valor de serenidad y bienestar al que la contempla, y abundan los bodegones en las casas para crear este efecto. Surge un género de bodegón denominado vanitas, dedicado a las vanidades de este mundo, creado por los hermanos Harmen y Pieter Steenwyck que fijaron sus pautas, entre las que destacan la monocromía, la iluminación sesgada y el desorden aparente de los objetos.

Voy a destacar también la figura de la artista Clara Peeters, cuya aparición en la historia se da de la mano de una colección de Ámsterdam con un cuadro suyo, que aparece descrito en un documento de 1635 como: "banquete de dulces pintado en 1608 por una mujer, Claer Pieters, de Amberes". Llamó la atención por pintar pequeños autorretratos en los reflejos de los objetos, una maravilla que podéis contemplar si os acercáis al Museo del Prado.


En Italia es Caravaggio (1573-1610) quien representó naturalezas muertas como parte de su obra pictórica, y aplicó su influyente estilo natural y tenebrista al bodegón, afirmando que «el mismo grado de elaboración exigía hacer un buen cuadro de flores, que hacerlo de figuras»


Finalizaremos esta entrada con el Siglo XVIII, con Carl Nilsson, un naturalista botánico que organizó los nombres de las plantas y animales combinando dos palabras, sistema nomenclatura binomial, usado actualmente.


Estamos en el auge de la botánica, en un momento en el que las mujeres son excluidas de actividad científica. Sin embargo, esto no impidió a María Sibylla Merian, destacar como naturalista precursora de entomología, con unos minuciosos y coloristas dibujos sobre el ciclo de la vida de los insectos, mostrando su evolución desde larva hasta mariposa, pasando por el estado de crisálida.


En esta edad de oro de la botánica entre el 1750 y 1850, recordamos a Joseph Banks y Pierre Joseph Redoutévia, dos apasionados de la botánica que viajaron por el mundo, y adquirieron tanto conocimiento floral que parte de la historia se conoce por su trabajo e investigación. En el caso de Pierre (1759-1840), fue un gran impulso su actividad como pintor oficial de la corte de María Antonieta y de la emperatriz Josefina Bonaparte. Con un total de 1800 especies diferentes pintadas y dibujadas en diferentes técnicas, fue reconocido como el “Rafael de las flores”, y actualmente sus obras son las más reproducidas en la Historia de la Ilustración Botánica.


Hasta aquí hemos recorrido en unas pinceladas cientos de años de historia hasta el siglo XVIII, próximamente nos extenderemos por el impresionismo hasta llegar a la actualidad.


Espero que esta entrada os parezca tan interesante de leer como ha sido para mi escribirla, y que cada vez que os adentréis en la historia y en el arte, recordéis cómo el pasado y sus personajes se cuelan en lo cotidiano de nuestro día a día.


Como diría mi amiga Tamar haciéndose eco de Fiódor Dostoyevski, "La belleza salvará el mundo, no la “feura”.


Marta López Albero







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